Nada representa mejor este cambio que el hábitat que los seres humanos han creado para sí mismos. La generación anterior a Toffler conoció un mundo eminentemente rural, del ser humano ligado a la tierra que nació y murió en su comunidad. La generación por nacer recibirá un mundo que ya está urbanizado, hiperconectado y marcado por una movilidad extrema entre ciudades y países. Nosotros, que vivimos hoy, tenemos el privilegio y la responsabilidad de observar el fenómeno urbano cambiando la faz del planeta.
Hace medio siglo, cuando se lanzó Future Shock, poco más de un tercio de la población mundial vivía en ciudades. Hoy estamos en el 55%, una proporción que debería ascender al 70% en 2050. Casi el 90% de este crecimiento se producirá en África y Asia. El número de personas que viven en asentamientos informales ya alcanza los mil millones en el mundo, y la ONU estima que, para 2030, alrededor de tres mil millones de personas necesitarán una vivienda adecuada.
En Brasil, gran parte de este proceso ya se ha llevado a cabo. Nuestro país se urbanizó ferozmente en la segunda mitad del siglo XX, llegando a más del 80% de la población urbana en el cambio de milenio. Desde 2000 este movimiento se ha ralentizado, pero sigue activo. Se estima que el país sumará 29 millones de habitantes a sus áreas urbanas en las próximas tres décadas.
Además de albergar a los futuros residentes, las ciudades brasileñas aún necesitan brindar un mínimo de comodidad a las familias que ya viven en ellas. Problemas como la falta de saneamiento, la escasa movilidad y la violencia urbana se acumulan desde hace décadas en nuestro país.
En este contexto, el crecimiento urbano tiende a verse más como un problema que como una oportunidad. Nuestra incapacidad para prever y preparar un camino para la expansión urbana empuja a la ciudad hacia el mercado informal, que divide y construye del lado del Estado, avanza en áreas de preservación ambiental y genera millones para el crimen organizado. Como en el síndrome descrito por Toffler, nos sentimos atrapados y desorientados en un futuro fuera de nuestro control.
Sin embargo, lo curioso es que nunca se ha sabido tanto sobre el fenómeno urbano. En las últimas décadas, estudios basados en Sistemas de Información Geográfica han revelado una cara diferente de nuestras ciudades. Las nuevas tecnologías ahora permiten registrar la altura de los edificios junto con la expansión horizontal de la expansión urbana.
Con la incorporación de la tercera dimensión, los patrones de urbanización se vuelven más comprensibles, lo que permite diseñar estrategias y monitorear resultados. Para comprender cómo sucede esto, debemos comprender mejor los tres vectores principales del crecimiento urbano: hacia arriba, hacia adentro o hacia afuera.
El crecimiento “ascendente”, o verticalización, consiste en la construcción de edificios de varios pisos. A menudo, se produce la demolición de edificios inferiores, en otros, los edificios aprovechan terrenos baldíos dentro del casco urbano. Teóricamente, los rascacielos pueden multiplicar el número de personas que viven en la parte superior del mismo terreno.
En la práctica, esto no siempre sucede. En Brasil, es común ver altas torres en tierra con grandes retrocesos laterales y frontales, lo que dificulta el uso del lote. Por tanto, la verticalización no siempre aumenta la densidad de población.
El crecimiento “hacia adentro” se produce en terrenos baldíos que ya se encuentran en el perímetro urbano. Hay casos en los que estos terrenos están verticalizados, pero esto no es una regla. Este proceso suele ser visto favorablemente por los urbanistas, porque ocupa regiones de la ciudad que ya cuentan con infraestructura, como asfalto, electricidad y alcantarillado.
Sin embargo, los vacíos urbanos también pueden ser ocupados por asentamientos informales donde esta infraestructura no llega o es precaria. Aun así, esta modalidad es preferible a la expansión urbana, que veremos a continuación.
El crecimiento “hacia afuera” o extendido se produce a través de la expansión de la expansión urbana. Este proceso lleva a los nuevos residentes a áreas rurales o de protección ambiental. La difusión requiere la expansión de la infraestructura, algo que le cuesta caro a la sociedad. Por tanto, la expansión urbana se considera perjudicial dentro del paradigma actual de planificación urbana, que prefiere las ciudades compactas. A pesar de esto, esta es la modalidad más común de crecimiento urbano en el mundo. Según un estudio de Angel et al, el 77% del crecimiento registrado entre 1990 y 2014 se produjo en zonas no urbanizadas.
Algunos incluso dicen que es posible aumentar la densidad sin construir edificios altos, simplemente eliminando las salidas obligatorias. No faltan los partidarios de tal o cual modelo de urbanización. Pero hay una pregunta que parece faltar en estas discusiones: ¿Podemos realmente elegir?
Un estudio de tipología de crecimiento urbano de 2019 analizó datos satelitales en 478 ciudades con más de un millón de habitantes. El siguiente gráfico muestra las tendencias de verticalización y expansión de las áreas urbanas en todo el mundo.
Podemos inferir que existe una fuerte tendencia hacia la expansión horizontal en todas las regiones del mundo, especialmente en África, China e India. La tendencia hacia la verticalización es mucho menor y se concentra en los países asiáticos y Oriente Medio. América Latina presenta un equilibrio entre las dos tendencias, con predominio de la expansión horizontal.
En África y la India, donde se prevé que tendrá lugar la mayor parte del crecimiento urbano, existe una brecha brutal a favor de la expansión de la expansión urbana. ¿Cuál sería la razón de este desequilibrio? Parte de la explicación radica en la propia naturaleza de los edificios altos.
Dado que se trata de proyectos a gran escala, la verticalización requiere un mercado de capitales lo suficientemente maduro para financiar la construcción civil. Otra imposición es la existencia de empresas que dominan las técnicas de construcción vertical. También se necesitan instituciones que garanticen el registro de la propiedad, condición imprescindible para proyectos de esta envergadura. Si uno de estos factores está ausente, la ciudad se limitará al crecimiento horizontal.
El crecimiento “hacia adentro”, con la ocupación de los vacíos urbanos, también está limitado por una serie de factores. Los propietarios de tierras a menudo no tienen el capital para construir sus lotes. Hay casos en los que el registro de la propiedad es inexacto o está en disputa entre herederos.
También debemos tener en cuenta que la legislación de muchos países limita el uso de la tierra, lo que compromete la viabilidad financiera de los proyectos. En los países más pobres, sin embargo, la explicación suele ser más sencilla: los lotes urbanizados son demasiado caros para los presupuestos familiares.
En su artículo, Watson explica la persistencia del crecimiento periférico en el Sur global. Hay países donde la urbanización está impulsada principalmente por la ocupación de suelo barato lejos de los centros urbanos. En estos lugares, casi no hay infraestructura y no hay capacidad para pagarla, ya sea individualmente o a través del gobierno.
De hecho, la propia falta de infraestructura hace que estos lugares sean atractivos al permitir que las familias eviten los costos asociados con el mercado formal y los servicios urbanos. En los países en desarrollo, muchas ciudades no tienen otra opción que crecer «fuera».
La expansión de asentamientos alrededor de grandes centros genera una nueva configuración urbana, que Watson llama “rural-politan”. A medida que las áreas rurales se urbanizan, las ciudades se extienden e incorporan pueblos y aldeas vecinas, formando cinturones que ocupan un vasto territorio.
Un ejemplo es el corredor de barrios marginales que va desde Abidjan, Costa de Marfil, hasta Ibadan, Nigeria, pasando por la megaciudad de Lagos. Esta aglomeración alberga ahora a 70 millones de personas, más que la población de Italia.
En estos casos, la población de la ciudad sigue creciendo, sin que esto vaya acompañado de un aumento equivalente de superficie edificada. Como explica Shlomo Angel en su libro Planet of Cities, esta medida lleva a la gente a meterse en propiedades inmobiliarias más pequeñas y caras.
Desde hace algunos años, las corrientes teóricas del urbanismo convergen hacia el modelo de ciudad compacta, basado en la verticalización y el llenado de vacíos urbanos. Es necesario densificar los centros urbanos, pero no será suficiente para acomodar el crecimiento de los próximos años.
La creencia en el modelo de ciudad compacta como solución universal impone medidas de difícil aplicación en los países de bajos ingresos. Peor aún, el dominio de este paradigma restringe la creatividad.
Cada vez es más evidente que el discurso actual de la planificación urbana no está a la altura de los desafíos que enfrenta el mundo en desarrollo: regularización de tierras, saneamiento básico, expansión de la red vial y urbanización de asentamientos informales.
Es posible planificar una expansión urbana más saludable, pero esto no sucederá si los urbanistas insisten en imponer conceptos teóricos a la realidad. El desafío es grande y el futuro se acerca cada vez más rápido.
Vía Caos Planejado.
Escrito por André Sette Rossi | Traducido por Mónica Arellano
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