BAU Rooftop Lounge Bar / Rabih Geha Architects. Imagen © Tony Elieh
Durante décadas, ciudades de todo el mundo han destacado su animada y vibrante vida nocturna y los espacios en los que se desarrollan estas actividades. Ocasionalmente escondidas y ubicadas lejos del ajetreo y el bullicio, las discotecas son espacios de descompresión, lugares frecuentados por quienes buscan escapar de la rutina de la vida cotidiana mientras esperan una reunión inusual en una mesa de bar, o en ocasiones, simplemente queriendo perderse entre otros cuerpos en una pista de baile. Bajo el resplandor de una bola de discoteca o luces intermitentes, los clubes nocturnos son un ejemplo de cómo la moda, la cultura y las normas sociales influyen en un lado subterráneo de la arquitectura que a menudo se pasa por alto.
Los clubs nocturnos generalmente se asocian con lugares sin ninguna característica arquitectónica específica, pero en realidad a menudo están intencionalmente diseñados para crear experiencias muy específicas y van mucho más allá de los dramáticos efectos visuales. Estos lugares son proyectos donde los arquitectos pueden explorar libremente su creatividad, donde los detalles constructivos no importan si se comparan con la calidad de la experiencia sensorial que se pretende crear.
Al diseñar estos espacios, la ubicación de cada entorno juega un papel fundamental en la experiencia espacial. La ubicación del bar, el acceso a los servicios, la mesa de DJ, el tamaño de la pista de baile y los lugares donde la gente puede instalarse son en realidad mucho más importantes que los accesorios que construyen la imaginación de lo que es una discoteca, como la luz, efectos sonoros y visuales que quedan impresos en nuestra retina al día siguiente.
Cortesía de Carlo Caldini, Gruppo 9999
El éxito de los clubes nocturnos radica en su capacidad para difuminar los límites, traspasar los umbrales y, sobre todo, hacer sentir libres a las personas de expresarse y liberar energías. En su forma más simple, los clubes nocturnos existen desde hace cientos de años, nacieron mucho antes que los salones de baile formales y los clubes nocturnos frecuentados por la clase trabajadora. A medida que pasaba el tiempo, las personas que se habían unido en secreto para expresarse vieron surgir una oportunidad en paralelo con el salto de la corriente principal en la actividad consumista y los avances en la tecnología que les permitieron tocar música más fuerte y hacer brillar más las luces.
Como una forma de crear su propio espacio, estos grupos vieron una oportunidad de emerger y manifestarse, dotando a estos espacios de una visibilidad nunca antes vista. A partir de entonces, las discotecas pasaron a ser vistas como espacios de consumo, y no tardaron en empezar a verse como una tipología arquitectónica, que podía planificarse desde cero y construirse según las necesidades de este nuevo programa específico.
En 1967, uno de los primeros clubes nocturnos diseñado y construido como tal fue el Electric Circus de la ciudad de Nueva York. Con un diseño interior del entonces famoso arquitecto Charles Forberg, Electric Circus presentó una gran carpa de tela blanca, que contrastaba fuertemente con los carteles psicodélicos que decoraban las paredes interiores y las proyecciones luminosas utilizadas en las noches de fiesta. Años más tarde, esta tendencia llegó a Europa, justo cuando estaba emergiendo la nueva generación del Diseño Radical Italiano, que llegaría a ser conocida por sus proyectos exploratorios basados en colaboraciones multimedia y multidisciplinares.